martes, 20 de julio de 2010

Relaciones ambivalentes

La relación libertad/dependencia

Si bien existen en el mundo diferentes culturas, lenguajes y costumbres pertenecientes a cada país o región, los seres humanos nacemos en una sociedad que nos somete/incluye.

El hombre nace como un ser de la naturaleza, con libertad y la capacidad de disfrutar de los derechos y privilegios de la ley natural. En este contexto nace la sociedad política, como antónimo de dicha ley y como forma de generar un bienestar general (pero no por ello, dejan de existir las relaciones de poder). Con respecto a esto, Locke dice que “donde cada uno de los miembros ha renunciado a ese poder natural entregándolo a la comunidad”[1] nace una sociedad política.

Por lo dicho anteriormente, suceden formas de inclusión y exclusión del sistema no solo político sino también económico. En especial en la ultima época, donde el modelo capitalista se encuentra presente en la mayoría de las naciones (se producen en masa los productos, el obrero no se siente parte ni identificado con lo que realiza; el hombre pasa a valer sólo como fuerza productiva).

Estas diferencias quedan manifestadas por la aparición de clase sociales, donde uno entra en determinada categoría social dependiendo de sus ingresos económicos y los bienes materiales que posea.

Por esto, las relaciones entre los individuos surgen y se dan en un contexto de diferencias y no desde un lugar de igualdad; quizás en todo caso por la búsqueda de una igualdad. Es decir, dominación de poder de los más fuertes sobre los más débiles; convirtiendo a unos de cierta forma en amos y a los otros en esclavos. Para Rousseau, “ningún hombre tiene por naturaleza autoridad sobre su semejante; su libertad le pertenece sin que nadie tenga derecho a disponer de ella”[2].

Estas libertades que entrega una democracia son en verdad dobles independencias/dependencias. Es decir, por un lado las leyes y estatutos existentes le permiten a una persona gozar de ciertas libertades cuidando de que los demás las respeten y por el otro, limita a los individuos a cumplir dichas normas porque caso contrario rompería el pacto social establecido llevándolo a recibir una pena por ello.

Las sanciones no son sino otra de las formas de exclusión del sistema establecido, tales como aislar a una persona encerrándola en una cárcel para que de forma simbólica reestablezca o pague el daño que ha cometido. Aquí vuelve a aparecer el juego libertad/dependencia representada en la libertad del acusado, en última instancia, de enmendar su error mediante una condena y entregar a cambio por un lapso de tiempo otras independencias que tenia.

Referido al capitalismo en si, en las relaciones de trabajo suceden los lazos que se nombran anteriormente. Los obreros se encuentran sometidos a las leyes y sistemas de las fabricas empresas. Pero a la vez el dueño de la industria, quien cree tener independencia, depende de la fuerza de trabajo de sus asalariados. Si un día éstos deciden llevar a cabo una huelga, la producción se pararía y la supuesta autonomía económica que posee el capitalista se vería en problemas. Esto demuestra que siempre ocurre una relación ambivalente, donde uno se encuentra atado a ciertas normas y tiene libertades en mayor o menor medida.

Para Semprum, en los países donde se encuentra establecido el capitalismo privado monopolista es, a pesar de todo, mejor que una nación con un Estado burocrático llamado socialista. Ya que en el primero, “la clase obrera dispone de un mínimo de libertades democráticas”[3]. En cambio, en la segunda no pueden realizar huelgas y se ven incluidos en sindicatos que para el autor antes nombrado, corresponden a los engranajes de la ideología del aparato estatal.

En una sociedad como el primer ejemplo, la burguesía acepta y respeta esos derechos de los obreros para que exista una valorización del capital y que le permite, en palabras de Semprum, al asalariado “tomar conciencia de la explotación a la que es sometido y organizarse y luchar contra ella”[4]. Es decir, que a pesar de verse sometido el trabajador a las leyes impuestas por el sistema económico capitalista, dicha estructura es la que le entrega al mismo tiempo las herramientas para ser libre de esa opresión que vive.

El Manifiesto escrito por Marx y Engels, base del Partido Comunista en el que se encontraba Semprum hasta que fue echado del mismo, establecía esas pautas: “derrocamiento de la burguesía, instaurar el poder del proletariado, la eliminación de la vieja sociedad burguesa basada en los antagonismos de clase y la fundación de una nueva sociedad sin clases y sin propiedad privada”[5].

Las relaciones sociales están atravesadas por estos tipos de sucesos, de interacciones. A lo largo de la vida el ser humano va acercándose a grupos de pertenencia, con los que siente algún tipo de identificación. Algunos lo hacen por obligación, como por ejemplo una obra social y hasta a veces un sindicato prefijado. Otros por elección como clubes o partidos políticos (aunque estos también pueden ser herencia de sus antepasados)

En su mayoría, nacemos con libertades/dependencias específicas al país o la región en la que existimos. Esto queda demostrado cuando Rousseau dice que el hombre pierde su libertad natural y el derecho ilimitado sobre todo lo que desea, pero gana la libertad civil y la propiedad de lo que posee. La dualidad entre los derechos y las obligaciones siempre se encuentran presente.

Sin importar sistema establecido, una de las formas de canalizar esa búsqueda de igualdad y en las que se ve reflejada el proceso de identificación es a través de la unión, por parte de un individuo, a un partido político.

En ellos, las personas depositan sus esperanzas para lograr un cambio en la sociedad en la que viven. Buscan inconcientemente sentir que poseen una ideología definida y que comparten con otros la lucha por determinados intereses e ideales. Hay casos en lo que este proceso sucede de forma involuntaria ya sea por herencia, como se dijo anteriormente, o por hechos específicos que suceden en la historia.

Esto último se refiere a que de no haber sucedido una situación definida, el individuo no hubiera optado por tal partido político o corriente ideológica. Como por ejemplo el voto bronca, donde alguien no vota a favor de una idea por sentirse representado en ella sino que se expresa en contra por el simple hecho de oponerse al otro (sin importar lo que éste último estuviera proponiendo).

Tal es el caso de las ultimas elecciones sucedidas en Argentina para renovar las bancas de diputados, donde la oposición al gobierno Kirchnerista recibió la mayoría de los votos porque la gente se encontraba disgustada con ciertas políticas llevada a cabo por el gobierno Conflicto con el campo, las irregularidades en el INDEC).

En definitiva, esta ambivalencia libertad/dependencia sucede cotidianamente y se encuentra establecida en todas las formas de sociedades. Los partidos políticos luchan para que existan más libertades e igualdades, aunque muchas veces esto no se cumple.

Organizaciones desorganizadas

Las asociaciones partidarias intentan representar ideales, transmitir sus ideas y llevar a cabo un plan para que dichos argumentos se conviertan en verdades absolutas y gobernar el país o generar un cambio en el mundo. Dependiendo el partido que sea, realizan una crítica al sistema que se encuentra establecido, a pesar de que luego a veces se terminan transformando en eso que tanto critican.

Una de las cosas que les criticaba Semprum/Federico Sánchez, es el aislamiento ideológico por parte de éstos al creer que solo ellos tienen una Verdad. Dice el autor que “el partido, su actividad práctica, su teoría, encarnaban por tanto la Verdad global”[6]. Es decir, que si uno se encuentra de esa corriente de pensamiento solamente posee certezas a medias y nunca podrá conseguir el individuo veracidades completas. Además, si se expresa en contra del partido uno contará con una falsedad global sobre los problemas y el mundo.

Por esta razón, el autor antes mencionado esboza esta frase: “Fuera del partido no hay ni salvación ni existencia”[7]. Quienes no se encuentran en él no son consideradas personas validas, sino posibles y futuros militantes que todavía poseen ideas equivocadas.

Quizás aquí surge el mayor problema de las agrupaciones políticas, que es no pensar que el otro tiene un juicio valido sobre ciertos puntos y que incluyéndolo puede enriquecer la corriente ideológica de dicho grupo político.

Otro de los errores que se comenten es seguir atados a las premisas base sobre las que se forman los partidos, sin reformular algunos aspectos y adaptarlos a la actualidad. Por ejemplo, Semprum pertenecía al Comunismo que se apoyaba en las premisas establecidas en el Manifiesto Comunista. En él, aclaran Marx y Engels, que la aplicación practica de los principios allí descriptos están sujetos siempre a las circunstancias históricas que existen en ese determinado momento en el que se quieran aplicar.

Esto significa que si bien la mayoría de las naciones están organizadas bajo el modelo burgués de sociedad (división de clases), no en todas se encuentra en igual estado la clase obrera por ejemplo. En algunos países éstos están organizados en sindicatos, en otros no o dichos sindicatos son locales y no nacionales.

El plan de acción llevado a cabo por el partido no se adapta a dichas circunstancias, a las costumbres y cultura que tiene cada nación en el que se desea transmitir su ideología. Se parte de una idea y definición global solamente.

En la mayoría de las organizaciones políticas esto no sucede, puesto que si sucediera se estaría reformulando a la organización en si. Estos terminan convirtiéndose en el mismo mecanismo de absolutismo y control que el sistema capitalista: centralización de poder, donde solo se puede ascender de escala pero nunca cambiarlo aunque sea levemente. En el caso del capitalismo, pasar de empleado a empleador. En el caso del partido, de militante de base a dirigente.

Referido a expresar ideas diferentes a la ideología madre, se lo toma como la creación de algo nuevo y no la reformulación de lo viejo para adaptar la doctrina a las situaciones actuales y especificas de cada lugar.

Otra de las cuestiones que en realidad desorganizan en vez de encausar y unir ideales, es la perdida de conciencia individual para pasar a tener una colectiva que es manejada por los dirigentes del partido al cual se pertenece. Semprum lo explica claramente: “El Partido lo resume todo, el es nuestro educador, nuestro guía, nuestra conciencia vigilante cuando nosotros mismos no somos capaces de ver nuestros errores”[8].

Significa que se pierde la voluntad de razonar. Lo ideal seria tener la misma ideología que los demás pero poder a la vez disfrutar de una independencia mental que te permita realizar una critica sobre eso a lo que se pertenece. La educación que recibimos, las verdades absolutas solo pueden provenir de la organización política en la que estamos. Las demás, son absurdas y carentes de sentido y realización.

Estos problemas son una constante que no permiten la libertad de opinión ni el crecimiento y fortalecimiento de una corriente ideológica determinada. Por estos motivos se llevan a cabo conflictos internos, disputas que aparentan ser debates de ideas pero que en realidad esconden la búsqueda de poder, de tener la autoridad máxima sobre los otros.

Es que los partidos deben ser un medio, una herramienta adaptable al tiempo para poder alcanzar la revolución (Semprum ve esto referido al Comunismo y como debería en verdad ser). De esta forma, se permitiría una amplia participación popular, factor indispensable si se quiere transformar o modificar la sociedad en la que uno vive.

Pero existe una idea tan arraigada del seguimiento ciego a una corriente ideológica, a un líder que la conciencia critica desaparece en el individuo. No se replantean las cuestiones básicas tales como el funcionamiento de la estructura partidaria, los pasos a seguir para un cocimiento y expansión del partido en la sociedad, entre otras.

Según Semprum, se ha dejado de lado los intereses revolucionarios por el interés de mantener al Partido Comunistas en si. Solo, dice dicho autor, “conservar la unidad, la disciplina y el pensamiento correcto[9]. Es decir, que hasta en algunos casos se llega a perder esa ideología madre de revolución por mantener tradiciones de una constante búsqueda de libertad pero que jamás logra alcanzarse definitivamente.

En cierta forma esto queda demostrado con la continuidad de ciertas personas en la política, en la dirigencia de sus organizaciones. A pesar de haber cometido errores, de no llevar a cabo las ideas pertenecientes a su corriente ideológica como expresa Semprum, solo tienen el merito de sobrevivir a todas sus equivocaciones.

Esto ultimo, se convierte en otro factor que mina la posibilidad de reinterpretación y reformulación de los partidos, que se quedan en la historia desactualizados y sin poder comprender con eficacia el mundo que los rodea.

También, aquí entra en juego otra cuestión que es el constante pensamiento utópico y triunfalista de las doctrinas. no se elaboran planes para llevar al terreno de lo realizable a los pensamientos, se vive en la constante idea de que el cambio esta cerca, que la revolución esta a la vuelta a la esquina pero nada más.

Se utiliza siempre un discurso que enaltece la lucha, que esconde las falencias y por sobre todo que busca convencer a los militantes que el camino que están llevando a cabo es el mejor y que prontamente llegaran a cumplirse sus ideales.

Estas estrategias discursivas buscan atraer cada vez a un número mayor de gente, de que la masa se identifique con ellos. Para Carillo, dirigente del Comunismo español en la época en que Semprum pertenecía a ella, “los partidos, los movimientos revolucionarios tienen necesidad, a otro nivel, de lideres”[10].

Aquí claramente corresponde un error por parte del político nombrado, ya que la doctrina Marxista en la que se basa su partido, ya que la emancipación de los asalariados solo puede ser obra de ellos mismos, y no de la mano de jefes o conductores externos a su movimiento.

Marx piensa que para poder tomar las fuerzas productivas sociales, el proletariado debe y puede por si mismo romper con la estructura que poseen las sociedades capitalistas de la mano del Comunismo, que en definitiva es la que los suprime y margina. Es decir, la desaparición de las clases sociales elevando a los obreros a clase dominante; conquistar la democracia. Esto les permitirá luego centralizar todos los instrumentos de producción en el Estado, arrebatándole al mismo tiempo y gradualmente el capital a la burguesía.

Por el contrario, Lenin, cree que “la fuerza de este movimiento contemporáneo, socialismo, consiste en el despertar de las masas”[11]. La debilidad, se encuentra en la falta de conciencia e iniciativa de los dirigentes revolucionarios. Éstos son los encargados de introducir el socialismo, conciencia socialdemócrata, en el proletariado que carece de representantes instruidos; intelectuales. Es decir, que la idea de una revolución verdadera solo puede provenir de una intelectualidad burguesa. Y que alejarse de la ideología socialista, solo es fortalecer la ideología de la burguesía.

Siguen apareciendo la falta de análisis de la realidad y la adaptación de las doctrinas madres a la época actual. Se piensa mas en captar personas para la corriente ideológica que en llevar a cabo los planes que se tienen. Y, principalmente, se pierde la idea revolucionaria que supuestamente es la motivación principal que persiguen.

Así, el partido queda obsoleto y se convierte en otro sistema basado en la libertad/dependencia, no tan diferente al sistema capitalista en su concepción de verticalismo y relaciones de jerarquía.

Esto se demuestra las falencias que tienen como organizaciones que buscan generar un cambio. Un ejemplo de ello es cuando la Comisión del Interior del Partido Comunista, le encomienda la misión clandestina a Semprum/Federico Sánchez de entablar relación con grupos o intelectuales aislados, con los que no existía hasta el momento ninguna relación orgánica (el viaje tenia planeado abarcar en apenas tres semanas Barcelona, Valencia, Sevilla, las Islas Canarias, Madrid, Salamanca y San Sebastián).

A pesar de haber sido planeado todo desde y para la organización, aumentar el numero de militantes y transmitir mas sus proyectos, la travesía era irrealizable.

Por empezar, el dinero que le dieron para realizarla era insuficiente y el tiempo para hacerlo también era escaso; especialmente por tener que efectuarlo de forma clandestina con el peligro que eso significa para establecer nuevos lazos de intercambio de opiniones e ideas. Además, tampoco le consiguieron el pasaporte falso para poder viajar y Semprum/Federico Sánchez tuvo que conseguirlo por su cuenta.

Esta desorganización ejemplifica la conformación de los partidos políticos, incluso en algo tan básico y esencial como lo es la búsqueda de nuevos horizontes y ampliación de su corriente ideológica.

En definitiva las organizaciones referidas a la política, al igual que toda la sociedad, se encuentran atravesadas por la relación ambivalente libertad/dependencia. Ellas son formadas para enfrentar al sistema que oprime a la sociedad y como forma de representación de ideas. Aunque, muchas veces, se terminan convirtiendo en esa estructura con la cual están en desacuerdo y quieren derrocar.



[1] Locke. Ensayo sobre el Gobierno Civil (página 104) - Aguilar

[2] Rousseau. El Contrato Social (páginas 5 y 6) – Editorial Porrua

[3] Semprum. Autobiografía de Federico Sánchez (página 156). Editorial Planeta

[4] Ídem anterior

[5] Marx y Engels. Manifiesto Comunista (página 6). Nuestra América Editorial

[6] Semprum. Autobiografía de Federico Sánchez (página 297). Editorial Planeta

[7] Ídem anterior (página 213)

[8] Palabras de Fidel Castro citadas por Semprum. Autobiografía de Federico Sánchez (página 146). Editorial Planeta.

[9] Ídem anterior (pagina 153).

[10] Semprum. Autobiografía de Federico Sánchez (página 198). Editorial Planeta

[11] Lenin. ¿Qué hacer? (pagina 66). Editorial.